Tras una larga explicación, necesaria para entender todos los aspectos de este juego en el que se pueden dar objetivos contrarios en los jugadores, nos dispusimos a empezar la partida a 4.

Laura jugaba con el soldado, Sara con el científico, Mario U optó por la exploradora y David se quedó con el capitán. Con todo preparado, empezamos a explorar la nave de forma bastante indepediente y con poca comunicación entre nosotros, la desconfianza flotaba por el ambiente.

El científico se dirigió a la cabina de mando y cambió el rumbo de la nave sin decir ni pío, la exploradora revisó los motores y según ella uno estaba roto, el soldado hacía acopio de objetos en un lado de la nave, y el capitán trataba de encontrar la sala de comunicaciones por la otra.

No fuimos lo suficientemente sigilosos, y pronto se mostraron los primeros intrusos que fueron muy duros en combate. Cuando mayor era el agobio en la nave aparecía la reina, cuya impresionante miniatura nos dejaba a todos sin habla. Tras escapar de ella, un evento de ocultación de los intrusos nos daba un respiro, a la vez que la revelación del objetivo del científico, el único que había estado en la cabina de mando, mostraba que la nave no se dirigía a la Tierra.

El caos y el desconcierto se extendió entonces entre el resto de jugadores, mientras los intrusos seguían haciendo aparición en cada vez mayor número y el científico seguía con su plan de objetivo. Por si fuera poco, el fuego saltaba en la cabina de hibernación.

Con todo perdido para 3 de los 4 jugadores, el soldado cayó muerto en batalla, así como el capitán. El científico logró hibernar, pero cuando estaba a punto de poder conseguir su objetivo, la exploradora en una arranque de locura y venganza, dañó un segundo motor y la nave quedó completamente a la deriva.

Como resultado, todos los jugadores perdimos mientras la nave quedaba infestada de intrusos.